Por Félix Estrada*
México construyó durante décadas un sistema científico que prometía emancipación y terminó fabricando dependencia. Lo que nació como proyecto nacional se convirtió en una maquinaria de becas, estímulos y certificaciones. Se producen más doctores que nunca, pero menos ideas capaces de transformar el país. La ciencia se burocratizó; la academia se encerró en su propio espejo.
El neoliberalismo no solo privatizó la economía: también privatizó el pensamiento. Desde los años ochenta, las universidades y centros públicos fueron colonizados por la lógica del mercado y por un cosmopolitismo obediente. La eficiencia desplazó a la imaginación; el prestigio extranjero sustituyó al compromiso nacional. Surgieron feudos académicos que confunden autonomía con impunidad y excelencia