A principios de este año, el Fondo Monetario Internacional declaró que “los niveles de deuda se han estabilizado y se proyecta que se mantendrán estables o disminuirán ligeramente” en los mercados emergentes y las economías en desarrollo. Sin embargo, esta evaluación optimista ciertamente no aplica a América Latina y el Caribe (ALC), donde la creciente carga de la deuda, la vulnerabilidad climática y el estancamiento del progreso hacia los objetivos de desarrollo están alimentando una crisis en toda regla. Tratar la deuda como “estable” mientras se ignoran los riesgos climáticos y las necesidades de desarrollo es peligrosamente miope.

En todo el continente, la deuda externa pública ha superado el billón de dólares, con una deuda bruta promedio cercana al 70% del PIB, y superior al 1

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