En los últimos meses ha cundido un fenómeno político-religioso de gran trascendencia para los regímenes democráticos actuales, en el que los liderazgos políticos se refugian detrás de fórmulas y recursos mesiánicos o pseudo religiosos para legitimar tanto su poder como el destino ulterior de sus decisiones.

En ello radica un germen importante de la radicalización y la polarización discursiva; porque el debate público se limita a un falso dilema que propone, por un lado, la secularización radical que confine la fe al ámbito privado; y, por el otro, sugiere la capitulación ante un dogmatismo monolítico identitario que impone una visión única del mundo. Ambas perspectivas atentan contra la libertad y dignidad humana; pero además ponen en peligro los procesos de pluralización y diversificació

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