El viento sopla distinto en Alitasia. No es solo un día de memoria: es un día de presencia.
Aquí, donde el Waleker guarda los pasos de los antepasados y el cielo parece no tener frontera, la palabra resistencia no significa enfrentamiento, sino permanencia.
Para el pueblo wayuu, resistir es seguir siendo. Es hablar la lengua de los abuelos, tejer el chinchorro con los mismos hilos del Waleker, cuidar los nombres de los linajes y honrar la tierra como si fuese familia.
En esa dimensión, la resistencia indígena no es un acto del pasado: es una forma de vida que se renueva cada día.
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