Lucas tiene cinco años y una energía que parece no agotarse. Mientras el resto de sus compañeros colorean tranquilos sentados en sus mesas, él no para de moverse por la clase, hablar y tocarlo todo. Cuando la profesora le habla, Lucas la interrumpe sin querer y parece olvidar las instrucciones a los pocos segundos de escucharlas.
Su madre está cansada de oír en el colegio que su hijo es un niño muy movido y que parece que tenga un motor que lo impulsa todo el tiempo. Sin embargo, la respuesta suele ser esperar unos años a ver si el niño madura. Nadie se atreve todavía a ponerle nombre ni remedio a lo que ocurre.
La historia de Lucas no es una rareza sino más bien una realidad frecuente en niños menores de 5 años que sufren el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, o TDAH. El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que afecta a 1 de cada 20 niños aproximadamente en todo el mundo. Y como muestran cada vez más investigaciones, las señales de alarma empiezan en los primeros años de escolarización, antes incluso de comenzar primaria.
Sentarse a esperar es perder el momento perfecto
Antes de los cinco años, en esas aulas de pinturas de colores, plastilina y cuentos, muchos niños ya muestran señales que alertan de un posible riesgo de presentar TDAH.
¿Pero qué niño en estas edades no es inquieto, despistado e incapaz en algunos casos de seguir las instrucciones? Tales manifestaciones pueden entenderse como conductas normales en esta etapa del desarrollo. Son pequeños, “ya madurarán”, así que sentarse a esperar suele ser la respuesta que reciben muchas familias.
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Esta espera puede ser aún más prolongada en el caso de las niñas, para las que el diagnóstico a menudo no llega: tienden a dar menos problemas de conducta y pasar más desapercibidas que sus compañeros. Curiosamente, aunque el TDAH se diagnostica más frecuentemente en niños de menor nivel socioeconómico, son estos niños los que tienen menos acceso a recursos psicopedagógicos en los que apoyarse.
Sin intervención, es muy probable que los síntomas de TDAH persistan hasta la adultez. Sentarse a esperar implica dejar que los síntomas evolucionen, empeorando su pronóstico y provocando que el niño acumule experiencias tempranas de fracaso, con el impacto para la autoestima y en la manera de relacionarse con sus iguales, e incluso, en la que su entorno se relaciona con él.
Intervenir antes, sin etiquetas
Precisamente uno de los motivos por los que no se interviene con el TDAH en esta etapa es el miedo al diagnóstico y el estigma que pueda pesar sobre el niño a una edad tan temprana. La buena noticia es que no hace falta un diagnóstico para empezar a ayudar.
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En lugar de esperar a que un especialista etiquete lo que le pasa a un niño como “TDAH”, podemos intervenir cuando hay señales de dificultad, aunque todavía no se pueda confirmar oficialmente un diagnóstico clínico. Cada vez más expertos apuestan en esta etapa por un enfoque preventivo en el trastorno y basado en el desarrollo de habilidades neurocognitivas clave. En niños menores de 5 años, las intervenciones más eficaces utilizan actividades basadas en el juego para entrenar el autocontrol, la atención sostenida o la capacidad para seguir instrucciones.
Hacer del movimiento parte de la clase
Existen estrategias sencillas que beneficiarían a niños como Lucas, y de paso serían positivas para todos sus compañeros, con o sin TDAH: desde anticipar las transiciones entre actividades a favorecer el movimiento a través de descansos frecuentes y actividades psicomotrices integradas en la rutina de la clase, como por ejemplo:
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Introducir misiones motoras en las transiciones o cambios de actividad: en vez de pedir que el niño camine en silencio o tranquilo, se le pide que, por ejemplo, camine como un animal determinado o como un robot. Con esto mejoramos el control inhibitorio a través de una conducta intermedia entre la que queremos modificar y la “deseable”, que sería caminar tranquilo y en silencio.
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Lectura activa: permitir la imitación con gestos y movimientos de las acciones de los personajes cuando se hace una lectura compartida. No solo sirve para la atención auditiva, sino también para promover la actividad motora del niño de una manera más positiva durante la lectura.
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Rutinas de autorregulación emocional y conductual: como una manera de prevenir la conducta disruptiva del niño, se “obliga” a hacer una pequeña pausa antes de la tarea para realizar cierta rutina. Algunos ejemplos de esto pueden ser el “semáforo” (nos paramos, pensamos lo que tenemos que hacer y lo hacemos) o alguna rutina autoinstruccional (que los niños repitan una consigna o guía verbal que les ayude a enfocar mejor la tarea).
Potenciar lo bueno
Neutralizar los síntomas del TDAH en la etapa preescolar no solo es una forma de prevenir dificultades futuras, sino también una oportunidad para potenciar los aspectos positivos que estos niños pueden desarrollar. Cada vez más estudios muestran que los adultos con TDAH presentan niveles más altos de creatividad y pensamiento divergente que aquellos sin el trastorno.
También destacan por una enorme energía y una capacidad excepcional para concentrarse en actividades que les motivan, un fenómeno conocido como “hiperfoco”.
Volvamos a Lucas
La propuesta es clara: cambiar el enfoque. En lugar de esperar a un diagnóstico oficial, si los síntomas existen, atenderlos cuanto antes siempre será positivo.
Imaginemos a Lucas en un aula diferente en la que su maestra ha aprendido a reconocer su energía como un potencial que puede encauzarse. Imaginemos que sus padres reciben la ayuda y las herramientas necesarias para dar a Lucas más apoyo y menos castigos. Imaginemos un sistema que no espera a tener un diagnóstico en un papel para actuar sino que adapta el contexto para ajustarse más a Lucas, y no al revés.
Lucas seguiría siendo el niño al que le cuesta estar quieto, pero seguro que también sería el niño que aprendió, desde muy pequeño, a entender que su energía desbordante no es sólo una dificultad de aprendizaje, sino una fortaleza en muchos otros contextos más allá del aula.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Jonatan Molina Torres no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.