En una reciente entrevista con César Miguel Rondón, Soledad Morillo Belloso nos explica que querer a Venezuela desde el exilio “es como seguir queriendo a la casa donde uno nació, aunque ya no se duerma allí.”, y que “el amor por Venezuela no se quedó atrás, no se quedó en Maiquetía”, sino que “se montó en el avión, cruzó fronteras, se metió en los bolsillos, en los zapatos, en las canciones que alguien tararea sin darse cuenta”.
Coincido con la periodista, escritora y ensayista venezolana con que los que estamos lejos seguimos sintiendo a Venezuela como si estuviéramos allá, “porque Venezuela no es sólo un mapa; es una manera de hablar, de reírse, de hacer mercado, de saludar con cariño, aunque no se conozca a la gente”. Y decir “Dios te bendiga” es un abrazo más que una simple frase pro