Una vez más estamos ante la ansiedad de qué esperar de un nuevo cambio de mando en el Perú, como el que ahora encarna José Jerí , en un horizonte político absolutamente incierto. ¿Acaso no sería bueno que esta ansiedad estuviese acompañada de otra, la de hacer real y efectiva una presidencia a la que, con el correr del tiempo, hemos hecho más ficticia que nunca? No solo estamos llegando al final de una década de colapso presidencial, con siete mandatos continuos, del 2016 a la actualidad. Después de tantas interrupciones del poder y tantas transiciones políticas consiguientes a lo largo de la historia, la presidencia y la democracia no pueden ocultar su profundo debilitamiento y su profunda degradación.

Hace casi un año, en mi columna del 12 de noviembre del 2024, decía precisamente

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