En Salta hay un tren que no solo sube, sino que eleva. Parte temprano, cuando la ciudad todavía bosteza, y va dejando atrás el verde de los valles para internarse en un territorio donde el cielo se vuelve más cercano. El Tren a las Nubes es una de esas experiencias que no se olvidan: una mezcla de asombro y vértigo que se siente más en el pecho que en los pies.

A medida que avanza, la formación de acero se va enroscando en la montaña como una cinta. Los pasajeros, cámara en mano, descubren que en este viaje las montañas no son un límite: son un puente suspendido entre el aire y la historia. Afuera, el paisaje cambia de color con una naturalidad hipnótica: los tonos verdes se apagan, las sombras se alargan, el viento se vuelve seco y mineral.

El itinerario combina tramos por carreter

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