Durante décadas, convertirse en adulto era un proceso rápido y casi obligatorio. Hace medio siglo, con poco más de 20 años, la mayoría ya trabajaba, se había independizado e incluso formaba una familia. Hoy, la realidad es muy diferente. La generación Z —nacidos entre finales de los 90 y principios de los 2010— vive un escenario marcado por la precariedad laboral, el encarecimiento de la vivienda y una incertidumbre constante que retrasa su entrada a la vida adulta.
Mi sobrina, de 21 años, es un ejemplo común: ha tenido un trabajo temporal de dos semanas, sigue estudiando y ve imposible emanciparse. No se trata de falta de ganas, sino de un contexto que los obliga a vivir más despacio que las generaciones anteriores.
Los jóvenes se independizan más tarde que nunca
Según el Consejo de l