La instalación de una estructura narcomenudista en un barrio de clase media es un proceso silencioso que los vecinos tardan en entender. El primer indicio es la ralentización o desaparición de los efectivos policiales de guardia. Poco después, comienzan los robos sistemáticos de teléfonos celulares por descuidistas montados en ágiles motocicletas.

Con el tiempo, las motos aisladas se van tornando bandas organizadas que a todas horas del día circundan las calles y corredores viales conjugando sus escapes abiertos con dispositivos imitadores de tiros. Se les suman autos tuneados desde los que se emite música a volúmenes detectables desde varias cuadras a la redonda.

Es curioso: los conductores y sus acompañantes son siempre los mismos. No viven en el barrio, pero se los reconoce por su act

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