Barcelona ha cambiado de piel. La ciudad es otra. Nada que ver con el siglo pasado. Ni con la década anterior. El indígena prototípico está en vías de regresión. Es un ser minoritario que avanza con paso firme hacia la extinción.

El hombre de Horta, la mujer de Sant Martí, el "ninot" de L'Eixample y el alegre marinero del barrio de la Ostia (la Barceloneta) son como la Moños, historia antigua. Sus trazas y sus sagas se han diluido en una ciudad de maneras murcianas y más allá.

La última encuesta municipal refleja la mutación de una manera descarnada. Según el independentismo, el catalán corre el riesgo de desaparecer. Según el antedicho sondeo, no desaparece la lengua, sino sus potenciales hablantes. El efecto es idéntico.

Sea como fuere, es El País quien lleva a titular el siguiente

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