Las propuestas con las que arranca el Cervantino se sostienen en su duración: performances de una hora que se estructuran como mosaicos y collages de sonidos e imágenes, no lineales y no necesariamente narrativos, más bien poéticos, que adquieren un sentido hacia el final, como “Sun&Sea” o como “Terebrante” de Angélica Lidell, cuyos últimos 15 minutos son el colmo para muchos espectadores que optan por abandonar el teatro.
Este fin de semana, en el Auditorio del Estado que no se llenó, la dramaturga española, Angélica Liddell presentó una forma de dolor particular: la que resulta de lastimar con saña una parte ya adolorida del cuerpo.
Al inicio parecen leyendas proyectadas que explican posturas identitarias del flamenco y que inspiran a la creadora, como es el cantaor Manuel Agujetas.“He