En 1981 los paparazzi empezaron a acechar a Diana Frances Spencer , una joven ayudante de maestra jardinera que empezaba a cargar, sin saberlo, con un mito. Eran los días previos a una magnífica boda que verían más de 700 millones de espectadores. Sin embargo, ella se movía sola por Londres manejando un auto gris, chiquito y de líneas simples: un Ford Escort Ghia 1.6.
A veces lo estacionaba junto a la cancha de polo para ver a su novio, el por entonces príncipe Carlos ; otras, cruzaba la ciudad con el pelo al viento exhibiendo sobre el capó una pequeña rana que le había regalado su hermana mayor Sarah.
Ese Escort, que Carlos le regaló a Diana dos meses antes de la boda real y ella condujo libremente en los comienzos de su vida pública, es el mismo que - cuarenta y cuatro años desp