Crecí bajo la mirada serena de Santa Teresa de Jesús, en el Colegio Teresiano, donde sus palabras nos acompañaban cada día.

Desde entonces, su figura ha sido para mí algo más que una santa: una amiga del alma, una maestra de vida, mi confidente y mi guía en los momentos de duda. He leído muchas de sus obras, y siempre encuentro en ellas una frescura sorprendente. Parece que escribe hoy, con la misma claridad, fuerza y ternura con que lo hizo hace más de quinientos años.

Su espiritualidad no es lejana ni complicada: es un camino de confianza, de sencillez, de entrega. En un mundo lleno de prisa y ruido, Santa Teresa nos recuerda que el alma también necesita silencio, humor y paciencia. Hay frases suyas que me acompañan constantemente. Una de ellas, tan sencilla y tan sabia, es “La obedien

See Full Page