Decirle “doctor” a un abogado es tan habitual que pocos piensan en su origen. No es un título académico ni de un rango universitario obligatorio, sino de una herencia lingüística y cultural que nació hace más de dos mil años. En su raíz, el término no pertenece a la medicina, sino al conocimiento .
En los tiempos del Imperio Romano, “doctor” significaba literalmente “el que enseña” . Era una distinción reservada a los sabios o expertos en cualquier área del saber —filosofía, teología, derecho—, y designaba a quien tenía la capacidad de formar a otros . De allí viene la costumbre que hoy, sin ley que la imponga, sigue marcando jerarquía en el ámbito jurídico.
El título de “doctor” que acompaña a los abogados no proviene de una ley ni de un diploma específico.
De Roma a la Edad