El 28 de mayo de 1991, el entonces presidente checoslovaco Václav Havel aceptó el Premio Sonning, que la Universidad de Copenhague otorga cada dos años desde 1950. En su discurso, Havel, un intelectual llegado a la política por los azares del destino, describió tres posibles motivaciones para incursionar en ella:
En primer lugar, las personas se sienten impulsadas por ideas sobre una mejor manera de organizar la sociedad, por la fe en ciertos valores o ideales —sean impecables o dudosos— y por un deseo irresistible de luchar por convertirlos en realidad.
En segundo lugar, probablemente estén motivados por el anhelo natural de autoafirmación que todo ser humano posee. ¿Acaso existe una forma más atractiva de afirmar la propia existencia e importancia que la que ofrece el poder político? E