Siempre fue pan comido localizar a Lina Morgan. Solo había que enviar una carta con destino al Teatro La Latina. El teatro que hizo a tantos madrileños soñar con otros mundos que todavía no se podían respirar en la España de la postguerra.
A pocos metros del teatro que ella misma se compró, la propia Lina pudo ver cómo se ponía una placa con su nombre en el piso donde nació en la calle Don Pedro, 4. De esas inscripciones en piedra, bien dura, que cuesta arrancar con el paso de los años que suenan a olvido.
Muchos soñaban encontrarse con Lina siempre que iban al barrio de La Latina. Entre las paradas del mercado de La Cebada y el jardín escondido del Monasterio de La Concepción Franciscana, pared con pared con al camerino de Lina tras el escenario de La Latina. Aunque no tuviera función e