El aroma a pan recién horneado ya flota en el aire, crujiente por fuera, suave por dentro, desde temprano los loncheros más populares de la región están montando sus puestos, la música suena y las familias recorren el Corredor Matamoros con la mirada curiosa, saboreando con los ojos cada lonche antes de decidirse por uno.

El pan francés lagunero, ese tesoro cotidiano que acompaña desayunos, lonches y memorias familiares, se convirtió en protagonista de una celebración que fue mucho más que un festival, fue una declaración de identidad.

La segunda edición del Festival del Pan Francés transformó la calle en escenario de orgullo colectivo. Desde la Alameda partió un desfile singular con camionetas repartidoras decoradas con globos que avanzaban hacia la Plaza Mayor, mientras los espectadore

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