El tramadol ha sido, durante décadas, uno de los analgésicos más recetados en el mundo. Es un fármaco eficaz para el dolor moderado o intenso , es un “opioide suave” porque tiene menor riesgo de adicción y efectos adversos que la morfina u otros opioides potentes. Esa imagen de medicamento seguro y esa inercia que llevamos desde hace unos años de somatizar la vida, ha impulsado su uso hasta cifras preocupantes: millones de personas lo toman a diario, a menudo sin una clara indicación médica o en dolores para los que apenas aporta beneficio real.

Un estudio reciente publicado en BMJ Evidence-Based Medicine (Barakji et al., 2025) ha puesto el foco en esta paradoja: asegura que el tramadol alivia el dolor crónico, pero no es tan efectivo y sin embargo aumenta de forma significativa

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