A Teléfono negro 2 no la salva ni el Raptor. Cada decisión que toma Scott Derrickson, quien vuelve a ponerse detrás de cámara, deja en evidencia su falta de ideas, sobre todo al apostar por un juego absurdo de pesadillas y sueños en una cabaña en pleno invierno, creyendo que una buena película de terror se construye solo con una atmósfera opresiva y un suspenso cocinado a fuego lento, estirando situaciones que no provocan ni terror, ni susto, ni nada.
Y de dormir va la cosa, porque las pesadillas son la constante agotadora de esta nueva entrega basada en el relato homónimo de Joe Hill, quien seguramente hizo las cosas mucho mejor desde lo escrito, porque si no, no se entiende por qué insistir con una historia que nunca tuvo demasiada tela para cortar, con un villano tan pavo como fácil de