El silencio se volvió compañero inseparable de don Humberto Pérez. Desde hace casi tres meses, sus amaneceres son idénticos: se levanta temprano, revisa las noticias, mira su celular y espera una llamada que nunca llega.

En ese teléfono, alguna vez sonó la voz de su hijo, el patrullero Yordi Fabián Pérez Mendoza, hoy en poder del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Arauca. Desde el día de su secuestro, la vida se le detuvo. Extraña los mensajes, las conversaciones diarias, y confiesa que el horror del secuestro lo está matando en vida.

El calvario de don Humberto no es el único. Seis familias más de policías y militares, y dos de integrantes del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía, comparten la misma angustia. Todos fueron secuestrados mientras cumplían con su debe

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