La amenaza en el Báltico ya no solo se palpa en tierra, en fronteras cerradas como la que separa Lituania del enclave ruso de Kaliningrado desde 2022. Ahora, el peligro tiene alas y sobrevuela los cielos de la OTAN en forma de drones, un desafío que está obligando a redefinir las estrategias de defensa en todo el flanco oriental de la Alianza. La detección de estos aparatos es uno de los primeros escollos, lo que ha llevado a que aliados como el para identificar incluso objetos muy pequeños.
De hecho, la respuesta de Vilna ha sido contundente. El Gobierno lituano ha aprobado recientemente una nueva ley que autoriza a sus fuerzas armadas a derribar cualquier aeronave no tripulada que viole su espacio aéreo, una medida drástica que evidencia la gravedad de la situación.
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