No había nada que llamara la atención, ni siquiera cuando los inspectores comenzaron a abrir los bidones de pulpa de maracuyá que estaban a punto de salir del puerto de Callao, en Perú. Las pruebas químicas para detectar sustancias ilícitas no dieron ningún resultado positivo. Sin embargo, mezcladas con la pegajosa masa había aproximadamente nueve toneladas de cocaína. Había sido camuflada químicamente para burlar los kits de prueba, explica el general Nilton Santos Villalta , jefe de la policía antinarcóticos de Perú. Solo una vez que el envío hubiera llegado a su destino final, en Bélgica, los traficantes habrían revertido el proceso y extraído todo lo que pudiera identificarse fácilmente como cocaína.

Los “neutralizados” , como los peruanos llaman a estas drogas camufladas, son u

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