Todo el que cruza por vez primera el umbral de la basílica de San Pedro, en el Vaticano, es recibido por un paisano de nuestra tierra: San Pedro de Alcántara. Una monumental efigie del místico extremeño, tallada en mármol de Carrara por Francisco Vergara, ocupa desde el siglo XVIII el primer nicho de la nave izquierda del mayor templo del catolicismo. Abrazado a una cruz y acompañado de un ángel mancebo, su figura da la bienvenida a los cientos de visitantes que cada día acceden a la basílica, recordándoles que también un cacereño tiene sitio entre los grandes del santoral.

Aquel hombre enjuto al que Roma honra nació en Alcántara en 1499 con el nombre de Juan de Garavito y Vilela de Sanabria. Ingresó muy joven en la Orden Franciscana y acabó convertido en uno de sus grandes reformadores,

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