En un mundo cada vez más complejo, donde la educación enfrenta desafíos inéditos, es imperativo reflexionar sobre el rol central de los maestros en nuestra sociedad. Han pasado décadas desde que los docentes eran vistos como figuras de autoridad moral incuestionable, no solo en el aula, sino en la formación integral de las generaciones futuras. Hoy, sin embargo, esa autoridad se ha diluido, no por falta de vocación en los profesores, sino por un entramado de normativas y presiones que limitan su capacidad para guiar y disciplinar. Restaurar esta autoridad no es un capricho nostálgico, sino una necesidad urgente para construir una educación efectiva.
Imaginemos un salón de clases donde un maestro intenta mediar en un conflicto entre alumnos a punto de golpearse. Si interviene físicamente p