Nueve mujeres, todas de arriba de 60, solo una de poco más de cinco décadas… Nos conocíamos por nuestra pasión por el trekking y el amor a la montaña . “Voy sola a la casa de mis padres en el Alto, ¿quién se prende?” Y ahí nomás se armó el primer grupo de cinco. “Cada una lleva algo para compartir, y allá hacemos un asado con leña”, como corresponde en una provincia andina. Y así partimos el viernes temprano.
Una vez en la casa, a distribuir las camas. Las que llegaran el sábado se contentarían con colchoncitos en el piso y bolsas de dormir. De las lumbalgias y los dolores de cadera, prohibido hablar. Pijama party, como hacíamos con nuestros hijos. Desayuno generoso, mateada para todos los gustos (dulce, amargo, con o sin yuyos), pan casero y mermeladas a cuál más rica. Y luego la pri