Lo suyo no fue vocacional, y empezó en su profesión en 1985 por ayudar a su hermano en el negocio que hasta entonces había regentado su tío, y con la intención de “echarle una mano hasta que aprobara las oposiciones”. Pero varias décadas después nadie duda de que tiene “muchas tablas en el oficio”, ya que además de haber trabajado la madera él ha sido uno de los últimos ebanistas de Huesca. Y ahora se ha jubilado.
Emilio Izuel Gracia iba para maestro, y hasta hace unos meses no ha dejado de “tocar madera” a diario y con su desempeño ha invertido el refrán que proclama “mal carpintero, buen virutero”. Ahora sigue acudiendo al taller cada mañana, y aunque ya ha apagado la mayor parte de las máquinas, disfruta haciendo pequeñas cosas y charlando con cualquiera que pase a hacerle una vis