Mientras la inteligencia artificial (IA) avanza a pasos agigantados y produce textos, imágenes o análisis con precisión casi humana, una fuerza laboral invisible sostiene ese progreso desde las sombras. En Medellín, Oskarina Fuentes , una trabajadora venezolana de 35 años, dedica sus días a clasificar, etiquetar y corregir datos para entrenar algoritmos de IA utilizados por empresas tecnológicas globales.

Fuentes trabaja para varias plataformas de anotación de datos, recibiendo entre 5 y 25 centavos de dólar por tarea , sin contrato estable ni seguridad social. Su trabajo, esencial para el funcionamiento de modelos como ChatGPT , consiste en revisar enormes volúmenes de información, desde textos hasta imágenes sensibles.

Condiciones precarias y afectaciones psicológicas

El llama

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