Una noche de hace 21 años, el profesor Óscar Amaya Montoya llegó a su casa con una idea que parecía una locura. Le propuso a su esposa, Marta Cecilia Gómez Bermúdez , dejar el trabajo estable que tenían, vender la casa y el carro y con el dinero crear un espacio donde los niños y jóvenes de colegios públicos de Buga, en el Valle del Cauca, pudieran tocar la ciencia con las manos.
Marta, administradora de empresas, lo miró con asombro. Pero lo conocía bien: cuando Óscar se le mete algo en la cabeza, lo convierte en realidad.Y así, con la plata de su hogar y su vehículo familiar, nació la Casa de la Ciencia de Buga, una pequeña institución que hoy inspira a toda Iberoamérica.
Dos décadas después, ese sacrificio acaba de ser reconocido. El profe Amaya fue elegido entre los tres mejore