En tiempos donde los titulares del mundo se inundan de conflictos, divisiones y guerras, resulta refrescante ver cómo florecen los reencuentros entre egresados. Son espacios que devuelven esperanza y humanidad en medio del ruido cotidiano. Allí donde antes hubo cuadernos, uniformes y pizarras, ahora hay abrazos, carcajadas y una gratitud silenciosa por haber compartido un mismo camino. No es solo nostalgia; es la reafirmación de que los lazos verdaderos no se rompen con el tiempo.

Recordar los años de colegio es, de alguna forma, regresar al lugar donde todo comenzó. Es evocar la inocencia, la camaradería y esas primeras lecciones de vida que marcaron el rumbo de lo que somos hoy. Muchos egresados confiesan que, aunque la vida los llevó por distintos caminos, su corazón sigue perteneciend

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