Firmar un alto el fuego sin la presencia de los contendientes no era un buen augurio. Cualquier excusa sirve para frenar un proceso que plasmaron en 20 puntos plagados de agujeros negros. La escenografía en Egipto solo garantizaba el autobombo de Trump y su obsesiva demanda del Nobel de la Paz. En el lado de Hamás siempre habrá algún descontrolado que ya no tenga nada que perder y en el Gobierno israelí hay ministros propugnando sin ambages el exterminio de los gazatíes. A Netanyahu solo le frena la presión de los Estados Unidos, cuyos enviados especiales tratan hoy de que se respete lo firmado, pero él necesita la guerra sin la cual peligraría su situación política y judicial. Un monstruo para el pueblo palestino.

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