A pesar de las distancias cortas y la serenidad de Tucupita, menos agitada que la capital de la República o una gran ciudad, nos empeñamos en correr.
Como si tuviéramos una urgencia o estuviéramos escapando de alguien.
El apuro nos ha llevado a perder la cortesía, negándole el paso al peatón que sea, hombre o mujer, adulto mayor o niño. Tampoco lo cedemos a otros vehículos.
Por esa razón proliferan los accidentes en tramos céntricos y cortos, en los que la velocidad no debe superar los 15 kph.
Sin medir las consecuencias, pisamos el acelerador corriendo riesgos y atemorizando a los transeúntes.
La colisión de la tarde de este jueves en calle Tucupita con Dalla Costa, pudo ser evitada, como la gran mayoría de las que se producen a diario en la capital deltana.
Basta con saber que, no

TANE TANAE

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