Desde Silicon Valley observo la brillantez del talento, el poder del conocimiento y la seguridad que otorga pertenecer a ciertos círculos. También observo su contrapartida: quién accede, quién queda fuera y cómo el futuro se decide desde mesas demasiado pequeñas.
Entre cumbres, conferencias, eventos y foros de inversión surge una verdad incómoda: la innovación sin inclusión es progreso sin propósito. No basta con celebrar la novedad; hay que construir infraestructura de acceso para que el talento, venga de donde venga, se convierta en valor real. Y ahí radican la verdadera innovación y creatividad.
Con esta convicción, de que un evento puede inspirar unos días pero la construcción de una infraestructura sólida es lo que conecta, impulsa y transforma de verdad, viajo desde la costa Oeste,

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