En los últimos tiempos se ha instalado en nuestra sociedad una sensación indiscutible de vulnerabilidad frente a un contexto violento que involucra acciones tales como portonazos, asaltos, encerronas, turbazos, entre otros. Debido a lo anterior, ya no es posible salir de noche sin sentir temor frente a un posible asalto, incluyendo secuestros, teniendo estos últimos una alta tasa de impacto en distintos países de Latinoamérica. Ciertamente, esta lamentable realidad que nos acecha a diario instala una desconfianza social que erosiona los vínculos con las personas y espacios que habitamos.
Si nos centramos en el miedo, desde las perspectivas psiquiátrica y psicológica, sabemos que esta aprensión y angustia activa nuestros sistemas de alarmas para activar respuestas de huida, defensa o lucha