¿Qué tienen en común un emperador romano, un genio militar francés y el entrenador de la selección nacional? Los tres ganaron sus batallas con la misma arma secreta: un conocimiento obsesivo del terreno. No hablamos de mapas, sino de una mentalidad que detecta todo, que no se le escapa nada, desde el pantano en el campo de batalla hasta el estado de ánimo de tu equipo.

La batalla de Austerlitz -la más decisiva de Napoleón Bonaparte- no inició con cañones sino con estudio. El emperador francés inclinado en su escritorio se entregó al análisis minucioso del terreno. Noches anteriores al combate, se trasformó en todo un maestro de la estrategia: revisó mapas, evaluó múltiples opciones, anticipó movimientos y previó reacciones enemigas. Su victoria se decidió en su tosca mesa de madera, y no

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