Peatonalizada entonces, los coches todavía podían circular alrededor de la Plaza de Armas. En los fines de los setenta, los hippies que ya tiraban para treintañeros merodeaban por el centro de la ciudad, atestados los fines de semana de lugareños y turistas tanto los cafés como los bares ubicados en sitios cerca nos al Zócalo, ausente la ola de chicas gringas que poco tardarían en llegar para los cursos veraniegos de español, previa la bienvenida a cargo de los “gabacheros” cachondos. Para los lugareños que ignoraban el acontecimiento que se acercaba, el 17 de marzo de 1977 parecía pronosticarse como un día normal, pero no para los reporteros de medios locales y corresponsales de periódicos defeños. Sabíamos que, procedente del crucero de Amayuca, la marcha de los “temoacos” había salido e

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