Los primeros santos venezolanos llenan al país de esperanza. José Gregorio Hernández y la madre Carmen Rendiles representan todo lo que está bien. Seres que en vida fueron empáticos, capaces de ponerse en el lugar del otro. Un hombre y una mujer con la firme convicción de que sin trabajar por los demás, la vida no tendría sentido. Su actuar en este plano estuvo lleno de virtudes, honestidad, solidaridad y como dijo el papa León XIV durante la ceremonia de canonización, realizada el pasado 19 de octubre, “fueron una lámpara de la fe, bienhechores de la humanidad por sus corazones encendidos de devoción”.

Su historia nos inspira a seguir su ética y son un extraordinario ejemplo para las jóvenes de hoy día, que se van convirtiendo en adultos en un mundo inundado por guerras, racismo, xenofob

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