Un día cualquiera, fruto del azar del calendario, puede ser una jornada en la que decisiones de seres humanos en lugares muy distintos tengan impacto en grandes colectividades en su andadura futura fuera de la lógica de lo predecible
Hay momentos en que todo lo que acontece parece cobrar un ritmo trepidante. Un suceder acelerado que supone la apertura de un escenario de incertidumbre donde la política se embarra. Pero ¿no es esa, por definición, la arena donde se lidia el conflicto público?, ¿no es el ritmo agónico de la partitura la que en definitiva constituye la sinfonía en la que canturrea el poder?, ¿no son las secuencias de imágenes ofrecidas de forma ultra rápida las que proyectan la película del paroxismo de la danza de la competición social?
Un día cualquiera, pongamos el 9 de o