Al atribulado Feijóo no le faltan invitaciones para viajar al centro. Al contrario que el mañoso Ulises, él preferiría quedarse tranquilo en los brazos de Nausícaa, disfrutando de Corfú y sus encantos. No nos confundamos, los gallegos viajan solo por necesidad y pobreza. Hasta tuvieron que inventarse la morriña para recorrer el orbe sin desancorar el alma. Los que se mueven por el gusto de la aventura son los vascos. Cuando estos se quedan en sus brumosos valles se atontan por la consanguineidad del Rh- y las paridas de Sabino Arana. Pero cuando se abren al mundo brillan como buenos servidores de sus bolsillos y la Corona.
A Feijóo, como decíamos, le gustaría quedarse tranquilo. Que emigren otros. Pero las encuestas y el ambiente no le dan para el inmovilismo. Hay que echarse al camino de

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