Cuando sonoriza la imagen de un crucifijo con una canción de al inicio de “Los domingos” está representando los dos extremos de la balanza de pagos que el dilema de creer o no creer (en Dios) ilustra durante todo el metraje. Esa superposición de contrarios genera una equidistancia que es la que adopta el filme, siempre oscilando entre los que han captado el alma de Ainara (Blanca Soroa), junto a los que apoyan, aunque sea de forma interesada o atolondrada, que ingrese en un convento de clausura cuando alcance la mayoría de edad, y los que rechazan violentamente la idea. Cualquiera diría que la directora de “Cinco lobitos”, otra vez adscrita a un naturalismo sin mácula, ha visto algunas películas de Otto Preminger, adalid del cine objetivo cuando se trataba de hablar de temas polémicos, m

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