En un mundo gobernado por la competencia —una idea central del sistema económico predominante— la lógica del ecosistema parece señalarnos otro camino: el de la cooperación, la adaptación y la mutualidad. Lejos de la concepción simplista de que solo el más fuerte prevalece, los estudios recientes sobre los procesos ecológicos muestran que la supervivencia no depende únicamente de ganar o de aplastar adversarios, sino de encontrar un nicho, colaborar y ajustarse al entorno.

El argumento ha sido actualizado para nuestra era: cuando los recursos se agotan o el clima se altera, la ventaja ya no está sólo en la capacidad de enfrentamiento sino en la capacidad de una red que se sostiene mutuamente. En lugar de insistir en que la competencia natural legitimaría, por ejemplo, la privatización o el

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