En la cordillera que circunda Arequipa, el Misti se alza imponente, el Chachani se muestra firme y el Pichu Pichu permanece en la sombra, casi invisible para muchos. Sin embargo, este volcán, cuya presencia se extiende desde las entrañas más profundas de la historia de la región, no solo es un testigo mudo del paso del tiempo, sino un guardián de la identidad cultural arequipeña, silencioso pero constante.
Pocas personas se detienen a observarlo con la misma admiración con que se contempla al Misti, cuya imagen ha trascendido fronteras como símbolo de la ciudad. Sin embargo, el Pichu Pichu posee una singularidad que lo convierte en un emblema digno de reconocimiento. Su nombre, que en quechua significa montaña pequeña, esconde una carga simbólica que va más allá de su tamaño o su perfil m

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