Los enchufes y los interruptores son uno de esos elementos del hogar que pasan desapercibidos hasta que un día, sin saber muy bien cuándo ocurrió, empiezan a amarillear. No es solo polvo: es ese tono apagado que el plástico adquiere con el tiempo y que parece imposible de quitar.

En las cocinas o salones muy soleados, este efecto se nota aún más. La luz, la grasa y el roce constante de los dedos van dejando una huella difícil de disimular. Muchos recurren a limpiarlos con vinagre, alcohol o cloro, pero esos productos, lejos de mejorar el aspecto, pueden acelerar el deterioro del plástico.

La buena noticia es que existen métodos seguros y eficaces para devolverles su color original sin poner en riesgo la instalación eléctrica. Y no hace falta recurrir a remedios improvisados: basta con

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