Han pasado ocho décadas desde que la Organización de las Naciones Unidas nació como la gran promesa de un orden internacional basado en la cooperación, la paz y la justicia. En 1945, el multilateralismo emergió de las ruinas de la guerra con la esperanza de contener los excesos del poder y canalizar los intereses nacionales hacia un bien común global. Hoy, a ochenta años de distancia, la ONU enfrenta una crisis menos visible pero más profunda: la de su pertinencia. Su legitimidad se erosiona, su estructura se ha vuelto rígida y su vínculo con las sociedades, difuso. En este contexto, es obligado poner sobre la mesa de análisis la idea de que el sistema multilateral debe transformarse o corre el riesgo de volverse irrelevante en el siglo XXI.

Durante décadas, el multilateralismo fue el mot

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