En 2016, el investigador Christophe Galichet se mudó con todo su laboratorio al Instituto Crick en Londres. Al cabo de unas semanas, descubrió que los ratones que estaba estudiando, con una mutación en un gen que afectaba a la hormona del crecimiento, dejaban de presentar alteraciones en el nuevo ambiente.
Intrigado por el cambio, Galichet regresó al animalario del antiguo centro, tomó muestras de las heces de los ratones que habían quedado allí y trasplantó su microbiota a los animales del Instituto Crick. Para su sorpresa, cuando los ratones recuperaron la microbiota original, las alteraciones celulares en el cerebro reaparecieron.
Ignacio López-Goñi , catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra, utiliza este y otros ejemplos en su nuevo libro, Microbiota y salud mental (La Esfera de los Libros, 2025), para mostrarnos un campo de estudio que en los últimos años ha ganado un gran protagonismo: la conexión entre la actividad de las bacterias en nuestro intestino y algunas enfermedades neurológicas y con la salud en general.
En los últimos años, los científicos han descubierto hechos tan sorprendentes como que si trasplantan las bacterias de una persona con depresión a un ratón, este presenta los mismos síntomas. Y lo mismo con la obesidad y otras condiciones. ¿Hasta qué punto intervienen los metabolitos que generan los millones de bacterias que habitan en nuestro cuerpo en diferentes enfermedades, en nuestro bienestar o el envejecimiento? Hablamos con López-Goñi con motivo de la presentación de su libro en Madrid.
Se comentó mucho que Maria Branyas, la mujer catalana que alcanzó los 117 años, comía un par de yogures al día . ¿Comer yogur nos ayuda a llegar a centenarios?
Lo que pasa es que Maria Branyas tenía una genética determinada y un estilo de vida sano: hacía ejercicio durante toda su vida y una alimentación de tipo mediterránea. Además, no tomaba tóxicos, no fumaba y no bebía. Comiendo más yogures no vas a vivir cien años.
Hablaban los investigadores de la microbiota concreta de ella, que era antiinflamatoria. ¿Esto qué explicación tiene?
La microbiota va cambiando a lo largo de tu vida. Normalmente, a partir de los 60-70 años va disminuyendo en número y sobre todo en diversidad. Y van aumentando algunos microorganismos que son los que producen más inflamación o que promueven los fenómenos inflamatorios. Esa microbiota que tenía Maria Branyas estaba enriquecida en bacterias que no son inflamatorias, tipo bifidobacterium , por eso se decía que tenía una microbiota como una chica joven.

Muchos de estos alimentos fermentados que tomamos desde la noche de los tiempos son probióticos sin que lo sepamos, ¿no?
Sí, como el kéfir o el yogur. Y lo de usar probióticos tiene más de 100 años. Hacia 1900 se empezó ya a utilizar bacterias lácticas para tratar diarreas recurrentes y graves en niños pequeños. O sea que esto de los probióticos es muy viejo.
La pregunta es muy clara: ¿funcionan?
La respuesta, como diría un gallego, es: depende. Depende, porque al final tú tienes una cantidad de artículos que te dicen que tal mezcla de probióticos favorece la unión de las células, la producción de moco o estimula las interleuquinas y luego tienes en la misma cantidad de artículos que te dicen que no tiene ningún efecto. Cuando los lees normalmente siempre acaban así: los resultados sugieren que quizá podría tener algún efecto en algunas personas.
¿Cómo cambiaron las bacterias nuestra evolución?
El cerebro es un tejido caro, desde el punto de vista energético. Hay una hipótesis que dice que a lo largo de la evolución se fue acortando el intestino y esa energía la utilizamos para el desarrollo del cerebro. Y eso pudo ser en parte gracias a alimentos predigeridos, como los que son fruto de la fermentación externa. Es decir, que empezamos a comer alimentos que habían fermentado espontáneamente, gracias a algunas bacterias y levaduras del ambiente. Y eso se unió al uso del fuego para cocinar. Todo esto lo que sugiere es que los microbios influyeron en el desarrollo de nuestro cerebro a lo largo de la evolución.
Los microbios influyeron en el desarrollo de nuestro cerebro a lo largo de la evolución
Dice usted que somos mitad humanos, mitad bacterias, ¿cómo se manifiesta esta realidad?
En número de individuos, están más o menos empatados, quizá puede haber un poquito más de bacterias que de células del cuerpo humano. En realidad, nosotros somos como un ecosistema con cientos de miles de millones de células humanas y de bacterias que interaccionan. Y cuando ese ecosistema está en equilibrio, estamos en un estado de salud. Pero cuando ese ecosistema se altera, por la razón que sea, se produce una disbiosis . Y eso es lo que puede estar correlacionado con cientos de enfermedades. Pero es correlación, no es causalidad.
Durante una vida humana, pasan alrededor de 50 toneladas de comida por el intestino: ¿necesitan nuestras bacterias intestinales unas vacaciones?
Bueno, en realidad hay una renovación constante de bacterias. No tienes las mismas durante 80 años, sino que se van dividiendo y multiplicando. Pero, efectivamente, es una enorme actividad y el punto débil es la permeabilidad intestinal. El intestino tiene que tener por una parte todas las células bien unidas y tiene una capa de moco que lo protege. Es una barrera semipermeable, porque deja pasar nutrientes, pero si esa barrera se altera por las razones que sean y tiene huecos, puede ocurrir que productos microbianos, tóxicos o incluso bacterias atraviesen la barrera intestinal y te produzcan una inflamación crónica que está asociada a la enfermedad de Crohn, colon irritable o la neuroinflamación crónica. Y podría explicar también el efecto que pueda tener en el cerebro.
La inmensa mayoría de bacterias son buena gente, no podemos vivir en un mundo estéril
Una de cada seis infecciones bacterianas en 2023 fueron resistentes a los antibióticos , ¿se acercan tiempos difíciles?
Es un tema que viene preocupando, porque los microorganismos son muy promiscuos y están constantemente intercambiando genes de resistencia a los antibióticos. Al final, lo que ocurre es que la resistencia a los antibióticos se va extendiendo y, si a eso le unimos que cada vez se investiga menos en antibióticos, porque no compensa, resulta que no salen nuevos antibióticos y empezamos a tener problemas. De hecho, hoy en día si te agarras una infección de esas bacterias que son multiresistentes a los antibióticos, pues puedes tener un problema. En el intestino, bacterias como Clostridium difficile se pueden hacer resistentes a los antibióticos y causar diarreas hemorrágicas graves.
Hablando de dejarlo todo limpio de bacterias, si menos del 1% son patógenas, ¿por qué estamos obsesionados con la limpieza y los productos antibacterias?
A ver, la inmensa mayoría de los microorganismos son buena gente y cumple su función no solo en la microbiota, sino en el planeta. Lo que pasa es que nos hemos fijado desde el inicio en los que nos producen enfermedades y les empezamos a llamar gérmenes. Por eso tenemos a veces esa obsesión por la limpieza, pero no podemos vivir en un mundo estéril. Por ejemplo, la microbiota que recibe el bebé la hereda de su madre. Porque la leche materna no es estéril; lleva más de 700 especies de bacterias distintas y es el mejor probiótico que existe. Y, además, tiene oligosacáridos que el bebé no puede utilizar y que es alimento para la microbiota. O sea, es un prebiótico. Es una maravilla ver cómo se ha llegado a esta simbiosis entre madre y bebé para que colonicen esas bacterias y se reproduzcan en el intestino del bebé.
Existen diferencias entre la microbiota de poblaciones rurales y urbanitas, incluso se ha hablado de una pérdida de diversidad que podría explicar el auge de enfermedades autoinmunes. ¿Eran mejores las bacterias de nuestros abuelos?
Comemos mejor. O podemos comer mejor que lo que comían nuestros abuelos, otra cosa es que uno acabe todo el rato en el McDonald's o comiendo donuts. Pero, efectivamente, cuando comparas la microbiota de tribus o poblaciones rurales con las nuestras, resulta que son mucho más diversas. Pero aún no tenemos claro qué es una microbiota sana, aunque sabemos que la alimentación y el estilo de vida influyen.
Aún no tenemos claro qué es una microbiota sana, aunque sabemos que la alimentación y el estilo de vida influyen
En general, ¿a nuestras bacterias les gusta más el brócoli que el chuletón?
Un poco sí. A la microbiota le gusta la fibra, los polifenoles, que son las sustancias que dan color a la fruta, y las verduras. Las bacterias pueden utilizar todo lo que tiene fibra y los polifenoles los usan para su crecimiento. Si tú juntas todo eso, se traduce en que lo mejor es una dieta rica en frutas, en verduras, en vegetales, en probióticos, en kéfir, en yogur, aceite de oliva, frutos secos y las legumbres.
Dice usted que “el intestino sería nuestro segundo cerebro si nosotros fuéramos una lombriz”, ¿qué sabemos realmente sobre el papel de las bacterias en la salud mental? ¿Se ha exagerado?
No tiene sentido decir que nuestro intestino es un segundo cerebro, salvo si piensas con las tripas. Porque tiene unas 100.000 neuronas, contra los 100.000 millones de neuronas del cerebro. Pero efectivamente hay una conexión entre nuestro cerebro y el intestino. Una sucede a través del nervio vago, pero sobre todo a través de la cantidad de metabolitos y de sustancias que producen las bacterias intestinales, como por ejemplo el triptófano, un aminoácido que nosotros no producimos, que producen nuestras bacterias intestinales y que es el precursor de la serotonina y la melatonina. El 90% de la serotonina se produce a nivel intestinal, y se dice que es uno de los neurotransmisores de la felicidad.
No tiene sentido decir que nuestro intestino es un segundo cerebro, salvo si piensas con las tripas
Pero también hay bacterias intestinales que producen dopamina, GABA y otros neurotransmisores producen lo que se denominan ácidos grasos de cadena corta. Estos son, por ejemplo, el butirato, un compuesto pequeñito de tres átomos de carbono que puede atravesar la barrera intestinal y que tiene efecto en la permeabilidad de la barrera hematoencefálica también. Y las bacterias intestinales pueden influir en la producción de interleucinas a través del sistema inmune, que tienen que ver con la inflamación. Todo esto, cuando eso se desregula, puede producir esa inflamación crónica.
Cuénteme eso de que se puede trasplantar la depresión a un ratón injertándole bacterias de una persona deprimida.
Esto es un experimento que se hizo en el año 2016, que consistió en ratoncitos a los que les quitas la microbiota intestinal —que se puede hacer con antibióticos— y les haces un trasplante de microbiota intestinal de personas con depresión. Y entonces los ratoncitos se deprimen. Los ratones tienen indicadores de estrés, y ansiedad, es como si fuéramos capaces de trasplantar la depresión simplemente con las bacterias intestinales. Esto también se ha hecho, por ejemplo, con la obesidad. Cuando a un ratoncito le quitas los microorganismos y le metes microbiota intestinal de personas obesas, el ratoncito engorda.
Sabemos que hacen algo, pero no sabemos muy bien todavía cómo, ¿no?
Esto funciona en ratoncitos. Vale, pero no vas a estar intercambiando microbiota humana para curar la depresión, ¿no? Aunque bueno, empieza a haber ya trabajos de gente que quiere hacer este tipo de cosas.

Parecido a lo que se está haciendo con el trasplante de heces, ¿verdad?
Sí, el trasplante fecal. Pero para el único caso en el que está oficialmente prescrito, es para el tratamiento de la infección por Clostridium difficile que mencionaba antes. Esta bacteria produce unas diarreas intestinales con gravísimas hemorragias que se convierten en crónicas y que no responden al antibiótico. Lo que se está aplicando es el trasplante de microbiota intestinal, que consiste al final en ingerir cuatro o cinco pildoritas de bacterias obtenidas de donantes sanos y con un tratamiento se acabó. Porque tiene una efectividad del 90 y tantos por ciento.
¿Existen los súperdonantes de caca?
Efectivamente, hay súperdonantes de caca. Esto lo cuenta muy bien Rosa del Campo , que es del Hospital Ramón y Cajal y pionera en todo esto. En España se empezó a hacer con muestras de familiares y había que analizar a toda la familia. Al final lo que se detectó es que determinadas personas que de manera altruista hacen su depósito en un banco son donantes universales porque su microbiota sirve para todo el mundo. Se sabe que es una microbiota muy enriquecida y muy diversa.
El anverso de esta historia es que ha habido gente que ha probado a hacer el autotrasplante fecal por su cuenta. ¿Con las bacterias deberíamos recordar aquello de “no lo haga en su casa”?
Estas cosas solo ocurren en América, como no podía ser de otra manera. Hay gente que se ha emocionado con el tema y lo está haciendo por su cuenta, pero es una locura. Se han dado casos de gente que se ha transmitido de esa manera bacterias resistentes a los antibióticos, como hemos hablado antes y en algunos casos con fallecimientos.
Las bacterias podrían ser la medicina del futuro y llevar a tu cuerpo el tratamiento
¿Dice usted que las bacterias se van a poder utilizar en un escenario de medicina del futuro, ¿cómo sería ese escenario?
En el futuro te analizarán a tiempo real tu microbiota, porque eso ahora no lo podemos hacer. Ahora tenemos una foto finish , pero podemos soñar que en el futuro te tomarás una pildorita y que vaya tomando muestras de tu intestino y mandando señales a un dispositivo, de manera que el médico podrá tener información en tiempo real de cuál es la composición de tu microbiota.
Eso, unido a tus datos de metagenómica, proteómica, de genómica, etcétera, y les servirá para ir a una biblioteca donde cogerán esta bacteria, esta levadura o este virus para tu patología. Eso probablemente unido con probiótico personalizado, unido con algún prebiótico también específico para esas bacterias. De modo que te van a dar unos microbios que produzcan el tratamiento que le hace falta a tu metabolismo. O sea, que, aunque queda un largo camino, las bacterias podrían ser la medicina del futuro.

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