El derecho es la ficción más civilizada que tenemos. La justicia imparcial y objetiva, basada en los hechos, los procedimientos y las normas, es un ideal que perseguimos, aunque sepamos que no siempre lo alcanzamos. Queremos creer que el derecho no hereda nuestros vicios sociales ni nuestros sesgos humanos. Ansiamos jueces racionales, ajenos a pasiones o intereses , pero el mundo no funciona así.
Cuando el poder llega al banquillo
Los juicios contra hombres poderosos nunca son simples. No son cortos, ni fáciles, ni ajenos a la controversia. En ellos se cruzan la política, los intereses y los egos. Investigar y condenar a quienes alguna vez definieron las reglas del juego siempre será un desafío para cualquier Estado de Derecho.
Ejemplos sobran: Augusto Pinochet en Chile, Jorge Rafae

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