Somos hijas y somos hijos de nuestros filtros. Desciframos el sentido de lo que vivimos según lo que nos escuecen nuestras heridas y lo que nos incendian las pasiones. Los prejuicios propios, los heredados y los que nos inocula el entorno moldean el cristal a través del que vemos La Realidad. Eso tan ambiguo a veces.

“No vemos las cosas como son, las vemos como somos”. Lo dijo Anaïs Nin y, por lo visto, también Krishnamurti. Ella veía en el Sena un cauce gris sinuoso y sedoso. Hay quien lo encuentra un vertedero embarrado repleto de texturas flotantes indefinidas y hierbajos estancados en los recodos.

Ocurre mucho con los regalos. Hay quien recibe un móvil de su pareja cada tres cumpleaños y lo considera una falta de imaginación olímpica. La pareja, entretanto, sonríe y hace la V sub

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