El Autódromo Hermanos Rodríguez, ese coloso de cemento y altura que cada año pone a prueba los motores y los pulmones de pilotos y mecánicos, volvió a despertar entre el polvo del altiplano mexicano con una sesión de viernes que, sin ser decisiva, dejó entrever las tensiones y pulsaciones de un Mundial que se aprieta justo cuando menos lo parecía. Y ahí, entre jóvenes debutantes y veteranos que aún no se resignan, emergió Charles Leclerc: rápido, firme y con la elegancia contenida de quien sabe que, sin pelear por el título, puede decidirlo.
El monegasco fue el más veloz en la primera tanda de entrenamientos libres del Gran Premio de México, con un tiempo de 1:18.380, apenas una décima mejor que el del joven Kimi Antonelli, que sigue dejando claro que su salto a la élite no será cuestión

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