El atraco al Louvre ha restaurado o resucitado lo incalculable, que estaba algo olvidado o desaparecido. Desde luego no es un concepto de uso frecuente. Y este olvido quizá es porque creemos, en parte con razón, que todo lo podemos calcular.
Es una superstición moderna, ilustrada, racional. El Romanticismo avivó el misterio que viene del principio de los tiempos, y que hoy triunfa en el género de terror y en la afición a los crímenes, que encarnan esas zonas de penumbra. La ciencia acota la incertidumbre, lo aleatorio, lo irracional, al menos lo clasifica y en parte nos tranquiliza.
Pero lo incalculable, que ha resurgido como uno de esos monstruos de ficción (los reales son la inflación, la vivienda, la precariedad…) está por todas partes. Esos mismos monstruos citados (inflación, vivien

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