LOS CORTIJOS, España (AP) — Las campanas y los balidos se apagaban mientras Osam Abdulmumen, un migrante de Sudán, guiaba a las ovejas de vuelta desde los pastos, con el sol poniéndose sobre una granja centenaria en el árido corazón de España.
Desde el amanecer hasta la puesta de sol, Abdulmumen, de 25 años, cuida desde hace meses un rebaño de 400 animales en Los Cortijos, un pueblo de 850 habitantes en las llanuras de Castilla-La Mancha, la región del centro del país inmortalizada en el clásico del siglo XVII "Don Quijote".
Los Cortijos es uno de los cientos de pueblos y aldeas rurales de la región que lidian con la despoblación, lo que ha dificultado el ejercicio de un oficio que ha existido desde tiempos bíblicos pero que pocos españoles están dispuestos a desempeñar en la actualidad: el de pastor.
Para suplir esa carencia y ofrecer empleo a los migrantes, un programa gubernamental forma a recién llegados como Abdulmumen —muchos procedentes de África, pero también de Venezuela o Afganistán—, de quienes las granjas locales dependen para pastorear los animales cuya leche produce el preciado queso de leche de oveja de la región.
“Yo siempre quise trabajar en mi país, pero hay muchos problemas", afirmó Abdulmumen en su ordenado y austero departamento de una habitación en el pueblo, hablando en su limitado español. Dejó su país debido a la violencia, pero no quiso dar más detalles. “Mi familia no puede (hacer) mucho (...) quiero comprarles cosas, una casa también”.
El reto de encontrar trabajadores en la España rural es personal para Álvaro Esteban, propietario de quinta generación de la granja. Esteban dejó Los Cortijos durante ocho años, primero para estudiar Historia en una universidad cercana, y luego para emigrar a Gales, donde tuvo empleos ocasionales antes de regresar a casa durante la pandemia del COVID-19.
“Yo mi futuro no lo veía aquí”, dijo Esteban, de 32 años. “Sin embargo, por circunstancia de la vida, en pandemia decidí volver al pueblo y al estar aquí dije ‘bueno, pues a lo mejor hay futuro’”.
El interior de España lleva décadas sufriendo un éxodo rural que comenzó en torno a 1950, cuando generaciones de jóvenes dejaron el campo en busca de trabajo y oportunidades en las ciudades. Hoy, alrededor del 81% de la población del país vive en zonas urbanas. En 1950, lo hacía aproximadamente el 60%, según el Banco de España.
Los agricultores y otros trabajadores agrícolas representan menos del 4% de la población activa del país, que es uno de los principales productores agrarios de Europa.
A su regreso, Esteban hizo el mismo curso de pastoreo que Abdulmumen y buscó cómo podía modernizar la explotación de su familia. Trabaja con su padre, de 61 años, y Abdulmumen y emplean drones para monitorear los animales y los pastos. También hace queso que luego vende en mercados y a restaurantes.
Los nuevos pastores comienzan su formación en un aula sencilla a las afueras de la ciudad medieval fortificada de Toledo, donde, una mañana reciente, casi dos docenas de migrantes aprendían cómo guiar rebaños de ovejas, manejarlos y colocarles ventosas en sus ubres.
Se les enseñan los fundamentos del oficio durante cinco días, tiempo suficiente para transmitir los conceptos básicos a unos alumnos que a menudo solo chapurrean español pero están ansiosos por trabajar. Después de un día de formación sobre el terreno, y si tienen permiso de trabajo en España, pueden solicitar que se les asigne una granja.
Sharifa Issah, una ghanesa de 27 años, contó que quería formarse para trabajar con ovejas porque en su país ya había cuidado animales.
“Estoy feliz con los animales”, manifestó Issah.
Desde 2022, unos 460 estudiantes, la mayoría de ellos migrantes, han pasado por el programa financiado por el gobierno regional, explicó su coordinador, Pedro Luna. Además de los 53 graduados que ahora ejercen como pastores, 15 trabajan en mataderos, dijo, mientras que otros encontraron empleo en plantaciones de olivos y de otras frutas.
Muchos de los alumnos son solicitantes de asilo, como Abdulmumen, natural de la región sudanesa de Darfur. Organizaciones como Cruz Roja Internacional ponen en contacto a los migrantes con el programa de Luna.
Como les ocurre a muchos de sus compañeros, el viaje de Abdulmumen a España fue de todo menos fácil. Se marchó de Sudán a los 18 años, y recaló primero en Egipto, donde encontró trabajo en la construcción. Durante los cuatro años siguientes, se movió entre Túnez, Marruecos y Egipto nuevamente, antes de cruzar a Ceuta, un enclave español en la costa norte de Marruecos, donde solicitó asilo. Con el tiempo, llegó a la España peninsular.
Hoy, Abdulmumen vive solo en Los Cortijos, donde es uno de los tres africanos que hay, según cuenta. En casa, estudia español y ve televisión. Los fines de semana juega al fútbol con gente de su edad que va de visita desde una ciudad cercana, pero la falta de jóvenes en el pueblo es un reto, dijo.
Sus días comienzan a las cinco de la mañana con la oración musulmana, y luego se dirige a la granja, donde se queda hasta después del atardecer. Aproximadamente una vez al mes llama a su familia en Sudán, donde se libra una guerra civil desde abril de 2023, pero la cobertura móvil en su pueblo es irregular y un mes puede convertirse en dos, reconoció. La última vez que los vio fue hace siete años.
“Esto es muy difícil", señaló, con una pequeña alfombra de oración a su lado en el suelo. Gana alrededor de 1.300 euros (1.510 dólares) al mes, algo más del salario mínimo. Con eso, dijo puede enviar algo de dinero a casa una vez cada par de meses.
“Después, busco otro trabajo, pero ahora no. Me gusta este trabajo, más tranquilo, y el pueblo también. Me gusta vivir aquí en el pueblo”, señaló.
Sin la ayuda de personas como Abdulmumen, Esteban dijo que muchas de las explotaciones de ganado de la región, incluida la de su familia, se verían obligadas a cerrar en los próximos cinco a 10 años. Muy pocos jóvenes quieren trabajar en el campo. Y aún menos tienen los conocimientos para hacerlo, agregó.
“Muchas ganaderías no van a tener un relevo porque los hijos al final no se quieren quedar trabajando en el campo con los animales", afirmó Esteban. "Es un sector que está muy castigado. Está muy olvidado”.
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Los periodistas de Associated Press Bernat Armangué en Madrid y Joseph Wilson en Barcelona contribuyeron a este despacho.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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